Rosita Narra el proceso de la primera Minga:
Entonces yo dije, no eso llegan por ahí 20 personas… no tenía mucha plata y esperé 20 personas. Además abajo decía: “las personas que lleguen antes de las 9 de la mañana tienen derecho a un desayuno orgánico” entonces claro, dicen orgánico y no lo van a regalar. A las 9 de la mañana tenía 250 personas. Llegaba gente, llegaba gente. Pero esto (el sitio en el que estamos, un cuarto cuyas paredes son paneles de madera y está techado por gruesos plásticos) no existía, eso no existía, la cocina no existía, apenas habían unos palos. Además yo vivía en una carpa, cubierta por unos plásticos. Eso fue en el 2006, cuando hicimos la primera minga. Antes de eso lo que estaba haciendo era trabajando con niños del colegio, venían 15, 20 niños, hacíamos almuercito y los chiquitos ayudaban a recoger bultos de basura. Eran niños de primaria y ya venía Carlos, venía Camilo, y yo. Así amigos. (…) los chicos de allá venían a trabajar acá y se recogía basura, 50, 80, 20, 30 bultos de basura y cada vez que pasaba la basura se sacaba eso, hasta que dijeron, no, nosotros no le llevamos eso, tocaba ayudarla a subir al carro, nos ponían mil peros.
vez afuera, eso equivalía a más o menos 500 bultos de basura, todo el día estuvimos sacando y una volquetada de esas grandotas, entonces yo pedí un servicio especial, pero llegó como hasta los 20 días. Todos los vecinos se me vinieron encima. Me
insultaban, de todo, el señor que vive acá (señala firme con su mano hacia el norte) y la hermana de allá.” (Ibid, Junio de 2010)
2.6 Entre el proyecto y el dolor de un hijo asesinado
“El proyecto inició formalmente para el 2007 y en el mismo jugó un papel defi nitorio el hijo mayor de Rosa, quien le fuese violentamente arrebatado por la violencia , en una situación aún no esclarecida. A ese suceso se refiere”
Aquí está el sudor de mi hijo, de un ser muy querido, porque él estuvo acá ayudándome, sacando la basura, si él estuviera aquí, otro sería el gallo, porque él era un muchacho que le metía, hombro a hombro trabajábamos los dos, esto seguramente lo hubiéramos sacado, tendríamos más cosas, porque éramos dos personas trabajando, pero cuando me lo matan a él, muere el, obviamente se le baja a uno la moral, ya no hay con quien trabajar, la tristeza se lo lleva a uno, saber que uno como mamá luchó para sacar a su hijo adelante y cuando el hijo está grande, ya cuando el chico está ayudando ya como si fuera el papá,el hombre de la casa, me lo arrebatan miserablemente como me lo quitaron. Todo baja. Se le murió la moral. Germán Andrés Cinfuentes, se llamaba el. Ahí queda uno como en el limbo, sigo o no sigo. Reniega uno. Mil preguntas sin respuesta. Ahora yo como mamá, procuro ver a mis hijos como mis hijos, pero también como actores, como sujetos de una sociedad. El no era un santo, era un muchacho normal como cualquier otro. No tomaba, no fumaba. Siempre llegaba a la casa, tenía 21 años y su no via, así que el día que no llega, paso algo. Entonces yo creo que
acá esto, este espacio hubiera avanzado muchísimo más. (Ibid) […]
¿Si la granja no facilita con su producción, la tan ansiada soberanía alimentaria, motor auténtico del proyecto, entonces como se sortea ese ineludible detalle?
“Esto es, en términos coloquiales, llevar la contraria. Si Rosa dice que quiere cultivar lo que ella quiere, como quiere y cuando ella quiere, decididamente se escapa al modelo
agrícola que dicta “lo-que-hay-que-hacer” sólo para intentar conseguir el mismo objetivo, alimentarse, pero a su manera. Su convencimiento por la causa que ella considera la justa, entre la infinita cantidad de causas que se han considerado justas en algún momento, la lleva a enfrentarse ineludiblemente a aquella sentencia que dictamina sin dudarlo, “deberás sembrar aquello que puedas vender”. La propuesta de Rosa y la de don Carlos Ramirez, protagonista del último capítulo es entonces sustituir la palabra vender, por la de comer” (Tesis de grado David Montaño; Universidad Nacional de Colombia; 2010)